La repetición de actos en el tiempo origina costumbres y tradiciones que se transmiten de padres a hijos. El estudio de las tradiciones populares de una población nos enseña sus orígenes, la evolución de las mismas y sus porqués. Con este artículo pretendo evocar y dar a conocer algunas tradiciones, perdidas o no, de nuestra localidad, sin entrar a enjuiciar el auge de nuevas festividades importadas, como son Halloween o Papá Noel, pues lo importante es disfrutar de las fiestas, sin reparar en su origen.
Las faenas agrícolas y el año litúrgico han marcado la mayoría de las festividades, pero en Huecas el fin de año no viene dado por San Andrés (30 de noviembre) y el comienzo por el primer domingo de Adviento. Tampoco lo marca el calendario civil. Aquí el año finaliza con santa Eugenia. Partiendo de esa fecha, han sido tradición las siguientes festividades, con sus costumbres:
Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y la Epifanía (día de Reyes) nunca han sido fiestas a destacar. En estos días los niños pedían el aguinaldo a cambio de recitar unos villancicos junto al sonido de una zambomba o pandereta. En el día de reyes nuestros abuelos se alegraban con una simple pieza de fruta o un pedacito de dulce (ni qué decir, tiempo más atrás).
¿Quién no recuerda con cariño la estrella de Elíseo en lo más alto de la torre o el esmerado Belén parroquial de los recientes años 90? En aquellos años se repartían platos de migas y se hacía una chocolatada popular. Ahora tenemos los roscones como delicia.
La primera cabalgata de Reyes tuvo lugar en los mencionados años 90 y la llegada de Papá Noel en la primera década de este siglo.
A partir de esta fecha comenzaba la varea.
En el siglo pasado se celebraba san Antonio Abad o san Antón (17 de enero), patrón de los animales, con una misa y procesión. Había bendición de animales, los cuales llevaba el tío Esteban en procesión hasta la iglesia, pero no era una fecha caracterizada por la matanza del guarro.
Con la llegada del día de la Candelaria (2 de febrero) la cofradía del Rosario celebraba la Purificación, ya antes de acabar el siglo XVII, con la rifa de una rosca y otros productos como pichones.
Carnestolendas (carnaval), que comprende los tres días anteriores al miércoles de ceniza, era la fiesta propia de la obra pía de Ánimas y lo celebraba con una soldadesca desde 1755. De acuerdo con sus libros, incluía una procesión por el camposanto en 1785 y el toque de campanas durante la procesión y/o toda la noche. Además, la celebración contaba con un túmulo y una bandera.
En la actualidad, los actos de carnaval comprenden desfile y concurso de disfraces y un baile popular. El entierro de la sardina se realizó en alguna ocasión en los años 90.
Existe constancia del gasto de cera para los misereres de Cuaresma desde principios del siglo XVIII en la capilla de la Soledad. En lo gastronómico, para cumplir con el ayuno de los viernes, se tomaba un plato de potaje y bacalao.
La Semana Santa comenzaba el Domingo de Ramos, portando una ramita de olivo en vez de palmas, que se recuerde, aunque consta el uso de palmas desde 1704. Las más esbeltas eran portadas por las autoridades, que participaban en la procesión hasta la llegada del régimen democrático. Posteriormente, en señal de buena suerte, la ramita se colocaba en las ventanas de los domicilios. En esta jornada también era costumbre estrenar prendas de vestir (por dar buena suerte) y salir al campo, especialmente a Los Chaparros, a “comer la tortilla”, costumbre que se sigue manteniendo.
La conmemoración de la Semana Santa corría, y corre, a cargo de la cofradía del Santísimo Sacramento, por la ordenanza nº 4 del año 1707, que dictaminaba la celebración del Jueves Santo. Propio de este día eran costumbres, y algunas se mantienen: el monumento; el oficio de tinieblas, con la oscuridad de su tenebrario (candelabro) y la ocultación de imágenes y de retablos con cortinas y sábanas negras; la cesión del bastón de mando del alcalde y del juez al santísimo; la vigilia y, por supuesto, penitentes en la procesión. Consta el azote y las curas con papel de estraza de los penitentes a mediados del siglo XVII. Se procesionaba con estandarte, el Ecce Homo, la Soledad y el Cristo de la vara, en 1653. Asimismo, se daba un refresco de bizcochos, dulces, azúcar, limonada, tostones y media arroba de vino, en 1742.
Los actos del Viernes Santo antes de la Guerra Civil comprendían el velatorio desde la tarde anterior, el descendimiento, el toque de la matraca y procesión por la noche. Hasta hace pocos años la procesión podía encontrarse en las puertas de las casas con iluminarias y lámparas, destacando todavía el monumento de faroles en la sede de la hermandad. Hoy en día, es el día grande de la hermandad, y lo celebra con unas pastas y un botijo con bebida alcohólica tras finalizar la procesión.
En el Sábado Santo se oficiaba una vigilia nocturna con iluminaria y, hasta hace poco, finalizaba con una degustación de bollos, por el gozo de la celebración del misterio de la resurrección.
En el Domingo de Resurrección tenía lugar la procesión del encuentro. Las mujeres acompañan a la virgen y los hombres al cristo resucitado, que desde el fin de la guerra es llevado en andas por los miembros de una familia. Durante toda la Semana Santa se interpretaban (e interpretan) marchas militares y el himno nacional y se consumían torrijas, rosquillas, flores o borrachos.
La puesta del “mayo”, la tarde-noche del 30 de abril, por los quintos que podrían marchar a cumplir el servicio militar obligatorio, perduró hasta 2004, aunque ya había sido suprimido el servicio. En ese día los quintos pedían un aguinaldo y ofrecían un refresco de limonada y pastas tras colocar un árbol adornado con guirnaldas, que previamente habían cortado, y la bandera de España. En los últimos años la fiesta incluía cena, música nocturna y actos que rozaban el vandalismo, durante la noche, con el lanzamiento de cohetes, petardos y alguna pintada. Otros momentos de los quintos era el día del sorteo y el tallaje. El sorteo de quintas perduró hasta la instauración de la II República y era habitual que la familia pusiera una vela al santísimo, a la virgen o a santa Eugenia para no “entrar en la quinta”. A los quintos se les encomendaba participar en las fiestas portando andas o tirando cohetes.
La Ascensión (40 días después del Domingo de Resurrección) se celebraba con enramados en 1752.
El Corpus Christi (60 días después del Domingo de Resurrección) era una festividad propia de la Cofradía del Santísimo. En los pasados años 80, la procesión, sobre tapiz de tomillo y pétalos de rosas, recorría las principales calles del pueblo, que se engalanaban con banderas de España en ventanas y balcones, jardineras y colgaduras, de altar en altar. En 1704 se colocaban ramos y espadañas. En nuestros días ha perdido esplendor, los niños de comunión continúan acompañando al desfile pero la corporación municipal ha dejado de portar el palio.
La Octava (domingo infraoctavo) se celebra, por lo menos desde 1765, por la misma cofradía. La procesión vespertina desde la iglesia a la ermita sigue desfilando por una galería de colgaduras pero sin arcos enramados a su paso. Es el día del refresco con limonada y del cobro de cuotas de la hermandad, que agasaja a sus hermanos con una bolsita de tostones, y ahora de almendras. La celebración, ya en 1707, contaba con pólvora y con tambor muchos años atrás.
La festividad de San Juan Bautista (24 de junio) se relaciona con la fiesta pagana del solsticio de verano. En Huecas es patrón y su día fiesta mayor pero la festividad no es tan importante como la de Santa Eugenia. En el siglo XVII para la función religiosa acudía un predicador y había procesión. En esa época, era día de ajuste de cuentas de granos.
En los pasados años 90 se realizaban juegos populares para niños y mayores como la cucaña, carreras pedestres, soga-tira y, por supuesto, fútbol (además de misa, procesión, refresco y baile popular). Actualmente, el ayuntamiento ha impulsado esta fiesta con las hogueras de san Juan, juegos y más noches de orquesta.
La festividad de la Virgen del Carmen (16 de julio) es muy reciente. Las primeras menciones a la fiesta datan de 1920, cuando se solicitó la erección canónica de su tercera orden en nuestra parroquia, y de 1928, con la constitución de su hermandad. Desde entonces, el empeño de sus hermanos ha conseguido una fiesta a destacar, con misa, procesión, refresco y baile popular.
Esta hermandad tiene por tradición enterrar a sus hermanas portando su escapulario.
La Asunción o virgen de agosto (15 de agosto) coincidía con el fin de la siega. El día que acaba la cosecha del pegujar de la cofradía del Santísimo era costumbre traer su estandarte desde aquel lugar hasta la iglesia, como así consta desde 1652.
En época de vendimia y de arrope llegaba el Rosario (7 de octubre). El 12 de agosto de 1584 fue restituida la cofradía y, de acuerdo a las ordenanzas de 1713, la fiesta principal era el primer domingo de octubre y debían de celebrarse cuatro aniversarios por los cofrades en la Purificación, Anunciación, Asunción y Natividad. La fiesta vivió su máximo apogeo los primeros años de su existencia, con sermón, procesión, pólvora, danzantes, tamboril y caja de guerra, y se corría un toro ya en 1585 (que en 1602 se dio en la “víspera de Nuestra Señora de septiembre”, la Natividad).
El día de todos los Santos (1 de noviembre) era tiempo de puches y, más tarde, de pan de muerto, entre otros dulces. Era un día de visita obligada al cementerio y, días antes, de limpiar, adecentar y colocar flores. En la tarde-noche se tocaban las campanas “a muerto”. Al presente hemos importado Halloween y no faltan disfraces, caramelos y calabazas para los niños.
Alcanzando el solsticio de invierno llegamos a Santa Eugenia. La imagen pudo llegar a nuestra localidad a mediados del siglo XIV y, por la gran devoción de los fieles, se convirtió en patrona y la fiesta grande del lugar. Ha sido tradicional celebrar la víspera y su día, que era de “voto”, de acuerdo a las “Relaciones de Felipe II”.
La gestión de la fiesta corría a cargo de su cofradía hasta 1782, año en el que los cofrades decidieron dejar de serlo por la negativa del párroco Antonio Mellado a sembrar los pegujares en festivo. A partir de 1796 la gestión corre a cargo de un administrador de rentas; desde 1858 por una junta y desde 1995 por la Asociación Cultural-Recreativa “Fiestas de Santa Eugenia”, que se encarga de los actos profanos. El número de hermanos cofrades era reducido, en 1765 de tan solo 28 hermanos.
La financiación, como consta a partir de las primeras cuentas documentadas en 1654, se conseguía principalmente con las rentas de pequeñas tierras de la cofradía, siembra de pegujares, algún censo y limosnas en dinero y en especie (trigo, melones, lana, carneros, etc.). Tras la pérdida de las tierras en la desamortización, en 1858, el ayuntamiento, como parte de la establecida junta, comienza a colaborar en la celebración de actos religiosos y profanos. Así siguió hasta 1994, fecha en que la parroquia comenzó a gestionar los ingresos procedentes de la función religiosa y la junta de los actos profanos, tras un enfrentamiento que provocó la ausencia del párroco en la procesión. Otras formas de recaudación de ingresos, en 1858, que hoy se mantienen, incluyen las estaciones (aunque ya consta en 1696) y los besos a la imagen. Desde 1881 se recauda por el estandarte, por los brazos, tocar coplillas o interpretar la marcha real. La entrada, traslado o colocación de la santa en su trono están documentados en 1693, 1717, 1802 y se repite desde 1859. En el siglo XX se llegó a pujar por “llevar” uno mismo, o para que lo llevase cualquier otro asistente a la procesión, el estandarte o los instrumentos de la banda de música.
La celebración a mediados del siglo XVII incluía gastos por colgaduras, asistencia de músicos de chirimía y tambor, sermón por predicador, pólvora desde 1698, carretillas desde 1881 y toros de fuego, nuestro elemento más distintivo, desde la década de los 60 del siglo pasado. Los refrescos, ahora ofrecidos tras la misa o tras el pregón para todos, era costumbre darlos tras la finalización de las tareas agrícolas en los pegujares. El baile popular en la plaza junto a una hoguera es propio del siglo XX y, desde 1990, se celebra en el salón cultural. No ha sido habitual la fiesta taurina, aunque en 1696 se corrió un toro y en los años 70-80 del pasado siglo existió una peña que se divertía con una vaquilla. Desde la creación de una banda de música en los pasados años 80 es costumbre dar un concierto.
Huecas no presenta romerías al campo, quizá por no tener ermitas en su extrarradio pero, por las “Relaciones de Felipe II” en 1576, se conoce la existencia de tres procesiones fuera de su término. El 25 de abril (san Marcos) a Argance, el 3 mayo (san Juan ante Portam Latinam) a Rodillas y el 5 de mayo (cruz de mayo) a la ermita de santa María Magdalena, en la confluencia del Guadarrama con el Tajo.
Durante la II República se festejaba el 14 de abril y el 1 de mayo y, en el período franquista, el 6 de octubre y el 18 de julio. Otras fiestas menores, que suelen limitarse a una misa, procesión y lanzamiento de cohetes, son san José, Fátima, san Isidro y la Inmaculada.
Nuestros antepasados disfrutaron de unas fiestas muy austeras que alegraba una vida muy dura. Estos festejos giraban en torno a la vida cristiana, el transcurso de la vida, su trabajo y la acción de la corporación municipal, con detalles que han ido desde un refresco privado para las autoridades en el pasado a alcanzar unas fiestas para todos.
Tal y como se refleja, las costumbres cambian con los tiempos. Actualmente, se orientan a la diversión y al entretenimiento. Estamos asistiendo a un cambio rápido de manifestaciones que, con el apoyo de la globalización y la secularización, marginan el aspecto religioso. En mi opinión, por ello, no debe sorprender que las autoridades no encabecen las procesiones o que no porten el palio, que se renuncie a interpretar el himno nacional en las procesiones, que deje de cederse la autoridad civil en el oficio de jueves santo, etc.
Con este breve recorrido anual de fiestas finalizo mi relato que, con mucho gusto, ampliaré más detalladamente, incluyendo tradiciones en nacimientos, matrimonios, defunciones, juegos populares, cancioncillas, gastronomía, labores del campo, etc. Agradezco enormemente las numerosas aportaciones orales que me han transmitido nuestros mayores y antepasados para esta redacción.
Fuentes y Bibliografía:
- Archivo Parroquial de Huecas: Libros de Fábrica, Libros de la Cofradía del Santísimo Sacramento, Libros de la Cofradía de Santa Eugenia, Libros de la Cofradía del Rosario, Libros de la Obra Pía de Ánimas y Libros de la Soledad.
- Esteban Caro et al. Huecas. Arqueología, Historia y Arte. (1998).
- Félix García, Roberto. Colección “Imágenes para el recuerdo”.
- Viñas y Paz. Relaciones de Felipe II. (1951).
- Fuentes orales.
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